martes, 11 de octubre de 2011

Barrera Abajo

Era su especialidad. Más que cualquier otro que hubiese conocido, Ritsu estaba completamente seguro de que no habría quien pudiera vencer al pequeño castaño en “romper todo lo que toque”.


Desde hacía un par de días, luego de enterarse de la abrupta dimisión del mayor, Atreyu había decidido mantenerse en la etapa de “negación”, por lo que todo seguía igual, al menos para él. Incluso le había dado por obligar a Ritsu a asistir al “trabajo”, literalmente. Pero cada vez que Aoi quería hacerlo entrar en razón, el pequeño le lanzaba miradas tiernas y le abrazaba con una sonrisa, pues todo lo tomaba a juego.


—Ya ha pasado una semana, Atreyu —dijo el de gafas, mientras le daba un sorbo a su taza de café y se sentaba en el sofá.


—¿Una semana desde qué, Tsu-su? —le sonrió. Ritsu entrecerró los ojos, harto de la actitud del otro, y también de ese desdichado apodo que le había puesto.


—Sabes de lo que hablo —dijo, serio y un tanto irritado. Alzó la mano, haciendo señas al castaño de que se acercara a donde él estaba—. Esto ya no es divertido; llevas una semana viviendo aquí, y mi hermano se incomoda porque eres demasiado confianzudo. Cada que intento llevar el tema, te enojas y rompes cosas, los dueños están pensando en dejar de rentarnos la casa por los constantes daños, y todo esto por algo tan irrelevante como que ya no estaremos en el mismo…


—No lo digas —susurró, ocultando sus ojos con el cabello—; no seas cruel —Se sentó en la mesita frente a Ritsu—; no te… No te vayas —ordenó al final, mirándolo fijamente. Enarcando una ceja, Aoi recibió al pequeño en sus brazos, recibiendo golpes en el pecho.

Era, en definitiva, su especialidad. Ritsu estaba seguro que no conocería a otro como él, estaba seguro que nadie podría ser tan bueno en “romper” cosas como para echar todas sus barreras abajo y robar su corazón con tanta facilidad. Casi podía asegurar que nadie a parte de Atreyu Wilhelm podría dejarlo expuesto y frágil, tanto como para que se viera preocupado y velando por su sueño. Ciertamente, ese pequeño era, de muchas formas, alguien especial para él, y más desde ese día.

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